martes, 20 de marzo de 2012

Viajantes


Miguel Pacheco Loins
Antofagasta, marzo de 2012

La penumbra acomete el espíritu de los viajantes que cansados y solitarios vagan sin encontrarse por el espacio, por la superficie de la tierra que a veces entrega un camino al agua, cual vida que poco soporta, batiéndose entre el sol del día y la tierra que la consume en inútil desgaste. Cada encuentro entre el viajante y el agua da origen a las esperanzas que el espíritu alimenta sin razón ni evidencia, pero que calma la sed de la incertidumbre que encierra cada minuto en la ruta los desterrados.

Los caminantes se divisan, como sombras diurnas o luces nocturnas, sin embargo cada imagen sirve como aviso de tensión de la que es mejor no conocer un rostro. Seguros en el silencio se desplazan estos seres, cumpliendo con las tareas que se han inventado para dar sentido a las experiencias de la vida de las que en la niebla desde la infancia se hablaban. Los años han convertido en expectativas de otras vidas los aromas de los campos y a húmeda mañana.

El viaje se proyecta más allá de la existencia como una consecuencia de los actos y de los mecánicos e inconscientes pasos, y en la fe de los ídolos se comprende la rutina que abandona los sabores de la ruta y transporta a la puerta que en cualquier lugar se encuentra para dar descanso y un nuevo inicio a la senda circular. Los desterrados de la vida se desplazan en el ruido, con el alma silenciosa y embriagada por la polución de los artificiales apoyos que le apuran la tarea, pero que no libera de condenas ni cumplen las promesas de bienestar. Por el contrario, dan paso a pequeños y duros momentos de conciencia en los que es mejor no quedarse mucho tiempo. El darse cuenta del vacío o el temor a perder aquello que lo llena son demasiado… es mejor seguir avanzando sin distraerse, sin olvidar que más vale “malo conocido…”. Por otro lado los laureles se ofrecen con el cielo, con aplausos, con medallas… con el dulce néctar fermentado que alivia mil dolores y alegra la jornada.

Los viajantes golpean sus corazas sin poder evitarlo, no sienten más que un hueco resonar que les indica la presencia. No se tocan las esencias, no se tocan las existencias, sólo un tenue indicio de espíritus que comparten, sin saber, la ruta y el gris destino, los días pasan insensibles como entregando aire sin oxígeno.

Después de todo, el caminante se detiene en la senda silencioso, cierra los ojos y descansa con la última expectativa que se desvanece con la respiración, se hace parte de un paisaje virgen, no observado, por las multitudes que lo cruzan en busca o no de una razón.

sábado, 14 de enero de 2012

Promesa Azul

Miguel Pacheco
Enero 1012


De tus ojos un destello de vida
las sombras del tiempo traspasan,
en esperanza de mares virtuosos,
tus alas al horizonte te impulsan.

En tu fértil huella florecen semillas,
siembra vital en tinta y madera,
lanzadas generosas a costas nativas
tu presencia precisa y cierta declaran.

La  pluma delinea pura en tu rostro
la sonrisa perfecta clara del alba,
y te alzas segura en principios eternos,
triunfas serena en la nueva frontera.